Siempre soñé con ser madre, con tener hijos y cuidarlos y verlos crecer, quizá por eso hasta me parecía un poco a la Susanita de Mafalda, pero no, sabía muy bien desde entonces que el desear tener hijos no me convertía en una mujer.
Y así llegaron, nacieron de mi vientre dos niñas hermosas que trajeron a mi vida nuevas y coloridas formas para amarrarme al mundo, para querer construirles uno nuevo y mucho más bonito. Pero no, ni aún con todo el amor que puedo tenerles, ni con la perseverante e imperfecta lucha que por ellas yo pudiera perseguir, no por eso creo que ser madre es lo que como mujer me pueda definir.
Y es que tampoco, ni con el pasar de los años me ha hecho mujer el llevar falda, el maquillaje que pueda usar todos los días, el encaje de mis prendas, los aretes de plata y fantasía, la limpieza de mi casa, ni inventar más secretos de cocina, mucho menos ir de compras aunque, lo confieso, me encanta tanto o más que a cualquier otra mujer. Pero eso no es lo que me sabe, no es lo me hace, no es lo que me dice que soy una mujer.
Yo me sé mujer mucho más atrás de las ardientes noches, del deseo en su mirada, del volar inquieto de sus manos y del fuego que surge como ansiedad en él. Porque no, aun cuando me sienta plena ante sus ojos, la mujer perfecta, la mujer soñada y la mujer deseada como nunca otra, por más verdad que sea esta, no es eso lo que me hizo descubrirme una mujer.
Porque yo me descubrí mujer de un solo tajo, como el juego que se gana con una sola carta, con el delirio de unos labios acariciándonos la voz. Yo me sentí mujer tempranamente, desde el naciente verso, en la real inexperiencia de lo que los adultos entendemos por sexo y por placer, sin saber de la humedad producida en los encuentros, ni la danza de los cuerpos, porque mi cuerpo era tan solo una promesa de cuerpo de mujer.
Me supe mujer desde hace mucho, un poco llorando y un poco quiza riendo, al ritmo de un poema que me delató mujer:
Mujer... eso dicen que soy y sin embargo
tú y los demás como que lo ignoran.
Mujer que va dentro con el amparo
de saberse un día que en verdad la añoran.
Con piel de niña es que se ha envuelto
un deseo impaciente cansado de dormir
con loco intento por ser descubierto
y pintar con fuego su propio matiz.
Una boca tierna con una sonrisa
una boca fragil sin saber amar
y a pesar de esto mi cuerpo se eriza
al soñar mi boca, tus labios rozar.
Una mujer dicen, y aún le temen
que algún día su blancura pudiese manchar.
tan solo una mujer que aún no entiende
por qué sus sentimientos debe aprisionar
Porque yo me descubrí mujer de un solo tajo, como el juego que se gana con una sola carta, con el delirio de unos labios acariciándonos la voz. Yo me sentí mujer tempranamente, desde el naciente verso, en la real inexperiencia de lo que los adultos entendemos por sexo y por placer, sin saber de la humedad producida en los encuentros, ni la danza de los cuerpos, porque mi cuerpo era tan solo una promesa de cuerpo de mujer.
Me supe mujer desde hace mucho, un poco llorando y un poco quiza riendo, al ritmo de un poema que me delató mujer:
Mujer... eso dicen que soy y sin embargo
tú y los demás como que lo ignoran.
Mujer que va dentro con el amparo
de saberse un día que en verdad la añoran.
Con piel de niña es que se ha envuelto
un deseo impaciente cansado de dormir
con loco intento por ser descubierto
y pintar con fuego su propio matiz.
Una boca tierna con una sonrisa
una boca fragil sin saber amar
y a pesar de esto mi cuerpo se eriza
al soñar mi boca, tus labios rozar.
Una mujer dicen, y aún le temen
que algún día su blancura pudiese manchar.
tan solo una mujer que aún no entiende
por qué sus sentimientos debe aprisionar
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