viernes, 28 de octubre de 2011

Y sin embargo, amor.... Un poema delator

Me llegó mucho antes de que cayera como cubetazo de agua helada, mucho antes de aparecerse como rayo revelador de los que uno  no se percata ni siquiera porque se anunció anticipadamente. Me llegó mucho antes de que aprendiera que  el que algo exista  o el que algo se quiera no resulta algunas veces suficiente.

Cuando llegó,  protegía su  nombre ingenuamente, lo escondía entre círculos de tinta grabados en madera condenada desde hacía tiempo a no serlo nunca más. Se delató así, sin más, mediante el nombre, y delató así, sin querer, su identidad, la desnudez con la que vive y que muchas veces niega, y su forma de aferrarse a una vida que sabe que no entiende pero sabe que finalmente existe  y que no hay nada más.
Cuando llegó, venía despojado ya de cualquier duda, abrazado más que  nunca  a sus más antiguas convicciones. Venía acompañado de sinónimos intensos, de tristezas inexactas puntualmente acumuladas quien sabe desde cuándo y  quien sabe junto a quien. Solo sé que fue de pronto, que  lo vi y lo reconocí como un poema fuerte, como poema desnudo que viene de un poeta que se le entrega a otro, expresando a través suyo la certeza que solo la poesía les permite describir.

Es que delator podría ser cualquier poema si refleja lo encontrado tiempo atrás en unos ojos. Delator porque  sin implorar un  "favor de  leer lo que llevo escrito" nos revela el dolor que le curtió la piel tantas veces, tantas,  tantas veces,  al poeta que utiliza como arma ante la vida el leer  y el escribir.

Y sin embargo, amor
Y sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.
Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez en mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a sus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.
Pero ya no habrá tiempo de llorar.
Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón.
Hace frío sin ti,
pero se vive.
          Roque Dalton