domingo, 4 de diciembre de 2016

Los amigos

Los amigos no se curan las heridas
se hacen nuevas
Se raspan los codos mientras juegan
se arrancan vida mientras caminan
y entre más caminan
envejecen
Los amigos son ríos caudalosos que no saben detenerse
rompen suelo / surcos
tiran árboles / casas
Se crecen conforme crece la tormenta
cuando la torrente sube
se resisten a los diques y las carreteras
corren libres sin mirar atrás
Los amigos no se acarician el alma
se la rompen mas bien a carcajadas
es entonces cuando se sienten más vivos que nunca
aunque estén muriendo
Los amigos ponen nombre a cada una de sus cicatrices
las pintan y se las tocan hasta que dejan de dolerles
se hacen moretones
sudan
juegan
se muerden
se arrebatan el amor
se prometen vida eterna
y cuando se saben cerca
los amigos se van
para empezar de nuevo
en alguna otra parte

lunes, 17 de octubre de 2016

Aromaterapia

Pasa que tu escritura es aromática
intensa como barrica de roble
macerada por el tiempo
y las uvas dulces de la cosecha

Pasa que embriagan tus palabras
a fuego lento reducidas con especias
que en  pequeñas dosis se hacen suficientes 
para acompañar la tarde

Pasa que eres bueno como la hierbabuena
fácil de digerir y mejorar el aliento
se me ha hecho costumbre
masticar tu  escritura
cerrar los ojos
inhalar entonces poesía 
hasta beberme la noche

miércoles, 17 de agosto de 2016

Autoconcepto

Fácil de lágrima
para el amor
para parir y amamantar
para abrazar
para extrañar
para enojarme o pedir perdón
para sentirme frágil y a la vez roble
para decir que si y que no
para romperme y restaurarme
Fácil para tener sueños
y miedo
y risa frente al pasado

Cuando preguntan cómo soy contesto
               soy mujer fácil

                                         Alicia Salum

martes, 9 de agosto de 2016

Mar deseo

Te miré
así supe del deseo
que despierta descubrir el horizonte
Me acerqué despacio
con ansiedad y sorpresa
embelesada
escuché tu susurrar
el rugir del golpe de tus aguas
de las piedras que modelan tu regazo
de tu fauna y de tu flora
de tí océano  fecundo
Sucumbí en tus corales
sin pensarlo me mojé
Sumergí mis sueños entre tus olas
entregué mi útero a tu corriente
me inundé de tí
en tí
en tu deseo
Y te desee
Me sentí feliz creyendo ser del mar más que la luna
y cuando me sentí segura
como  todos los que se embarcan en días de lluvia
naufragué
Me ahogué en las aguas bravas del deseo
             

martes, 19 de julio de 2016

Cuento de la luna y tú

Sentada sobre la luna
en la esquina del olvido
tu recuerdo:

                  Luciérnaga infinita
                  que brillas en mi noche
                  y sacudes el espanto
                  en la cara de las horas
                  que giran atropelladas
                  entre agujas filosas
                  y tic tacs escandalosos
                 
                 Lluvia fina entre las manos
                 que cura lo que toca
                 brazos
                               piernas
                                              pechos
                 angustia diluida en tu sereno
                 ausencia desahuciada entre las gotas
                 rocío mañanero con olor a ti

La luna no se mueve
mientras te observo
al oído susurra cuentos
la ventana no abre
y sin embargo
ambas sabemos:
                                ahí estás tú

lunes, 11 de julio de 2016

El secreto de las flores

Margarita sabe cuidar muy bien sus tristezas y nostalgias. 

     Las tristezas son unas flores pequeñas, lisas, con olor a tierra mojada. Son moradas, tropicales, acompañadas por grandes hojas verdes. Jamás se encuentran solas en los jardines. Quizá podrán verlas un poco dispersas a la orilla de la carretera, entre los rieles del tren  o en el desierto, pero las tristezas son flores comunales que casi siempre caen y florecen donde hay otras: en los cementerios, en las laderas de los ríos, en los jardines de las viejas casas, en los lugares donde no tiene cabida el olvido.  Las tristezas florecen donde suele haber otras, esas otras tristezas que uno ha ido dejando plantadas por ahí.

Las nostalgias, en cambio, son flores que se distinguen por su fragancia. Suelen cambiar de perfume dependiendo del momento del día en que se percibe: en la mañanita huelen como la colcha de la abuela que ya no habita la casa desde hace varios años, pueden adquirir el aroma de café recién tostado o el de pan cociéndose en el horno. A medio día suelen absorber el olor de los pucheros que hierven a fuego lento en las cocinas, pueden asumir el olor de las frutas aunque no se encuentren cerca,  incluso, cuando las nostalgias se sienten en peligro despiden un olor a cebolla que hace llorar a las amas de casa, tanto a jóvenes como maduras que han pretendido cortarlas para poner en floreros ese olor masculino parecido al vetiver. Pobrecitas mujeres cuando lloran, le echan la culpa a la cebolla sin haber cortado ninguna, más bien lloran por el recuerdo de aquel amor que se les fue. Así son ellas, las nostalgias, flores volubles, traicioneras, que atrapan su presa con su diversidad de olores; las personas que están cerca alucinan, no pueden evitar el enredo de recuerdos hasta hacerlas llorar y reír.

Margarita, cuida los jardines del convento  a las orillas del pueblo. Ella posee habilidad especial para cuidar cada una de sus flores.  Sabe, por ejemplo, identificar las tristezas que siempre huelen a tierra mojada, las cuida y siente que es justamente por ese olor que se parecen a ella. Le han dicho que el aroma de su piel es peculiar, húmedo y  terroso como el de las tristezas y cree que sus ojos deben tener el mismo color violeta, pues piensa que no es casual cuando la gente le pregunta “Margarita ¿por qué tienes siempre los ojos llenitos de tristeza?”. Margarita nunca sabe qué contestar, sonríe débilmente y sigue cuidando de sus flores que todo el mundo le dice que son hermosas.

La belleza de las tristezas de Margarita se debe a que las riega con lágrimas  de asno.  Todos los días, muy temprano, llega al convento un muchacho para entregar la leche bronca con la que las monjas hacen el rompope. Él siempre deja a un lado del portón que da al jardín, un frasco pequeño lleno de un líquido espeso, casi lechoso; son las lágrimas de los asnos, que él recolecta diariamente para Margarita. Como todos sabemos, los asnos son animales tristes que sueltan lágrimas a toda hora, por eso son lágrimas,  precisamente, lo que les permite a las tristezas florecer.

Margarita riega sus tristezas con cuidado para no ahogarlas, procura no mezclarlas con las lágrimas que salen de sus ojos, ella sabe que son muchas y no quiere que por demasiado riego, las tristezas invadan su jardín. También cuida de las nostalgias, las pone en macetas para disfrutar su olor favorito del día en pequeñas dosis, pues  tampoco quiere que arrasen con los espacios destinados para otras flores. Lo curiosol es que cuando Margarita se acerca a las nostalgias, sueña siempre con sembrar margaritas, esas flores fantásticas que le han platicado tantas veces, con un color amarillo intenso, alegres, optimistas y con olor  propio, es decir, las margaritas sólo pueden oler a margaritas, nadie podría confundir su olor con el de otra flor. Pero todas las margaritas que ella siembra, se mueren porque no les da el sol. El problema es que no las quiere cerca de las rosas, esas flores vanidosas que le clavan espinas y se ríen de ella por no saber cómo cortarlas sin lastimarse y así poder llenar con sus colores el salón. Es una contrariedad para Margarita, ser ciega y llamarse como una flor alegre, desenfadada del destino que prometen sus pétalos al azar. Por eso Margarita, sabe cuidar sus tristezas y procura sus nostalgias, porque en esas flores asume su destino: tener nombre de flor y nunca poder ser una flor.

Alicia Salum

jueves, 30 de junio de 2016

Las nostalgias

Las nostalgias son flores que se distinguen por su fragancia. Suelen cambiar de perfume de acuerdo al momento del día en que se percibe, en la mañanita por ejemplo, pueden oler a la colcha de la abuela que ya no habita la casa desde hace varios años, puede percibirse como si tuvieran el aroma del café recién tostado o el del pan cociéndose en el horno. A medio día suelen absorber el olor de los pucheros que hierven a fuego lento en las cocinas, pueden asumir el olor de las frutas aunque no se encuentren cerca,  incluso, cuando las nostalgias se sienten en peligro despiden un olor a cebolla que hace llorar a las amas de casa, tanto a mujeres jóvenes como maduras que han pretendido cortarlas para poner en floreros ese olor parecido al vetiver. Pobrecitas ellas cuando lloran, le echan la culpa a la cebolla pero no han cortado ninguna, más bien lloran por el recuerdo de algún amor que se les fue. Así son ellas, las nostalgias, flores volubles, traicioneras, que atrapan a su presa con su diversidad de olores; las personas que están cerca alucinan, no pueden evitar el enredo de recuerdos hasta ponerlas a llorar o a reír.
       
                                                                          Alicia Salum

martes, 31 de mayo de 2016

Las tristezas


Las tristezas son unas flores pequeñas, lisitas, con olor a tierra mojada. Las tristezas son flores moradas, tropicales, que se acompañan de grandes hojas verdes. Las tristezas jamás se encuentran solas en los jardines, quizá podrán verlas a veces, un poco dispersas a la orilla de la carretera, entre los rieles del tren o en el desierto, pero las tristezas son flores comunales que casi siempre caen y florecen donde hay otras, en los cementerios por ejemplo, en las laderas de los ríos, en los jardines de las viejas casas, en los lugares donde no tiene cabida el olvido. Las tristezas florecen donde suelen haber otras tristezas, esas otras que uno ha ido dejando plantadas por ahí.
 Alicia Salum

miércoles, 23 de marzo de 2016

Algo más, mucho más

Amábamos lo que éramos
raros, imprecisos, incomprensibles
voces de luz amarradas al teléfono
mezcla de espejo y cordón umbilical.
Hablar bajo
parirnos poesía
reir cómplices en el secreto
con los pies mojados en las arenas de un sueño
paraíso itinerante entre desierto y mar.
Hicimos nuestro el inventarnos frases
escribirnos cartas
retar cualquier regaño
querernos confesar.
Amábamos lo que fuimos
faroles
amparo
árboles robustos
líquido flamable
siempre algo más.
Amé lo que me hiciste
y en lo que te convertiste
el pañuelo en que cabía todo mi mundo
mi equinoccio personal de primavera
mi mejor grano de café
el poeta que más amó Dalí
mi escape predilecto al mundo de las maravillas
el conejo blanco pendiente del reloj
la Cuba  moral de mi Latinoamérica unida
la mitad de lo que uno ama de su país
el principito de mi propio asteroide.
Y fuimos más, mucho más, siempre algo más
nos enseñamos a querer y ser
cada quien lo que es
sin forzar el futuro que construía el otro
sin pedir nada o engañar
fuimos más
aprendimos a ser más
a amar sin esperar
a crecer sin detener
a agradecer porque nos supimos el hielo de Watanabe
que nos hicimos sol
y nos enseñamos también a ser guardián.
Amábamos lo que éramos
y amamos hoy  lo que cada uno somos
aunque parezcamos tan distintos a los de entonces.
Amamos de alguna manera
cada uno a su manera
ser algo más, mucho más
de lo que podíamos ser
al principio de todos los tiempos


EL GUARDIAN DEL HIELO

Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol…
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo

                                José Watanabe