domingo, 29 de marzo de 2020

Ascención

En el último año he pasado muy pocas veces por aquí. Puede parecer quizá que me ha faltado poesía pero en realidad he tenido exceso de ella y muy poco tiempo para dedicarme a ella a través del blog. Demasiadas emociones para poder explicar y compartir. 
Comenzaré por contar que publiqué mi primer poemario "Carnívora", lo que me produjo una cantidad de experiencias inimaginables y maravillosas entre las que destacan el acompañamiento de personas cercanas y lejanas, reencuentros con mi historia y cierre de heridas con amor.
Con el pasar del tiempo me han surgido ofertas para participar en actividades literarias pero  por la pandemia han quedado en suspenso. Sin embargo, entre las invitaciones que me han hecho surgió la de grabar vídeos. He hecho varios y me ha gustado el ejercicio. Me ayuda a poner en otra perspectiva mi poesía y la de mis poetas favoritos, así como posibilidades para divulgarlas.
Les comparto, por lo pronto, un poema sencillo pero profundo de Alfredo Espino, ese poeta salvadoreño, primo de mi abuela materna, con el que aprendí poesía y que escuché y leí muchas veces de niña. De alguna forma, volver a su poesía es un homenaje a ella, a mi abuelita Mina:



ASCENCION
                                               Alfredo Espino

¡Dos alas!… ¿Quién tuviera dos alas para el vuelo?
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido.
Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
que si no fuera un mar, ¡Bien sería otro cielo!…

Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores…
¡Que pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones… Lo rastrero no sube:
ésta cumbre es el reino del pájaro y la nube…

Aquí he visto una cosa muy dulce y extraña,
como es la de haber visto llorando una montaña…
el agua brota lenta, y en su remanso brilla la luz;
un ternerito viene, y luego se arrodilla
al borde del estanque, y al doblar la testuz,
por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz…

Y luego se oye un ruido por lomas y floresta,
como si una tormenta rodara por la cuesta:
animales que vienen con una fiebre extraña
a beberse las lágrimas que llora la montaña.

Va llegando la noche. Ya no se mira el mar.
Y que asco y que tristeza comenzar a bajar…

(¡Quién tuviera dos alas, dos alas para un vuelo!
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido,
con el loco deseo de haberlas extendido
¡Sobre aquél mar dormido que parecía un cielo!)

Un río entre verdores se pierde a mis espaldas,
como un hilo de plata que enhebrara esmeraldas…