domingo, 28 de junio de 2015

¿Qué se hace?

Qué se hace con el cariño que se derrama
con la fe con olas en marea alta
con tanta historia rellenando lunas
con la memoria que no agoniza
y con las cartas que no se mandan.
Qué se hace con las manos llenas
con este imposible abrazar nada
cuando se escucha sangre en las venas
sin represas para calmarla
Qué se hace con mariposas de alas pegadas
esperando en línea para volar
qué se hace con el amor sin puerto
sin ciudad, sin templo
sin mirador, hotel, calle
para vibrar
Qué se hace cuando se oculta el sol
y no se ve la luna por la ventana
Qué se hace cuando -la próxima vez-
es una aguja rota en el reloj
Qué se hace
dónde se pone
dónde descansa
dónde se guarda
todo el amor.
                           Alicia Salum

sábado, 20 de junio de 2015

Crónica de una espera

Uno, aún no siento nada. La última vez que la vi era una estrella de mar. Ha sido quizá una imagen fugaz pero no he podido olvidarla.  Dicen que falta todavía para que llegue pero yo no les creo porque es lo único en lo que pienso últimamente.

Dos. La primera vez que supe de su llegada  fue también extraño, primero lo supiste tú, yo todavía no me daba cuenta del néctar impropio y delator que acariciabas entre tus manos.  Me soltaste en el primer instante, me miraste con tus ojos verdes de manera tan profunda que alcancé a llorar. Entonces lo supe: Ni una palabra entre los dos, sólo un abrazo y ese silencio inmenso.  Poco a poco se oía la lluvia de la calle y luego el motor del auto. En la radio, la canción parecía el fondo perfecto para la ocasión "Va a nevar en Haití y hay bajo cero en Puerto Rico, no salga usted de ahí..." lo cierto es que no queríamos salir pero tampoco quedarnos, así que nos fuimos,  seguíamos en silencio y llorando. Tantos meses desde entonces,  ahorita lo que único que quiero es ir al baño.

Tres. Mis amigas se han ido ya, hace rato que prometían visitarme y al fin lo hicieron. Se les hizo de noche y no te vieron aunque realmente llegaste temprano. ¿Qué haremos si son las doce de la noche? Yo quería ir al cine ¿Recuerdas? Pero llegaste cansado y ahora sólo se me ocurre hacer el amor... "¿Estás loca?" Me dirías, y es tan cierto, yo con esta sensación prohibida de hacerte el amor y tan sólo puedo ir al baño ¿te despertaré? No lo creo, realmente te vi muy cansado.

Cuatro. Sigo esperando. Dormiré, quizá así se me olvide este dolor difuso, tenue y permanente que mi cuerpo poco a poco va notando. Dicen que aún está lejos para que llegue, pero creo que no. Pensar en su llegada me invade toda. Creo que tengo un poco más de temor que de ansiedad. ¿Hacer el amor? No, ya no. Con razón dicen que el placer del orgasmo, el cólico menstrual y el dolor de parto es una misma sensación que sólo cambia de intensidad.

Cinco. ¿Nos vamos? Esta comezón de tantos días me está matando. Ningún dolor en el cuerpo me desespera tanto como esta comezón, sentir que la piel no soporta ninguna especie de antifaz. Ahí viene, debemos irnos ya, una llamada antes de salir. Una llamada antes, para que llegue.

Seis. El auto, otra vez,  como aquella primera tarde en que avisó de su llegada,  también hoy está lloviendo pero es de noche, apenas las dos de la madrugada y no hay nadie. Y otra vez, así como cuando supe por primera vez de su llegada, no me apuran  tampoco ahora las preguntas, bienvenidas cada una de ellas, pues son  las respuestas que van surgiendo lo más fuerte, lo definitivo, lo que confirma que ya  no hay marcha atrás. Ahí viene otra vez, el reloj está en tu mano, necesito respirar  lenta y profundamente, como un suspiro largo con el que hable el cuerpo y diga y transmita que estoy en paz.

Siete, si. Siete dicen que tengo de dilatación, que por poco no llego, ni alcanzan a avisarle a nadie. ¿Que me siente? No. No quiero. Esta ansiedad solo se calma caminando. No quiero silla de ruedas, ni acostarme. Tampoco quiero que bromees, ni se te ocurra, porque si lo haces en este momento seguro te voy a insultar y ya sé que no te gusta que diga "come-mierda", por favor no vayas a bromear.
Ahí viene ese dolor ahora ya tan conocido, cinco minutos entre uno y otro y viene e invade y viene otra vez. "Cuidado señorita enfermera, cuidado usted también, como rompa alguna marca fresca de la varicela, la olvidará su dios".

Ocho. Todo está listo. Se me fija esa última imagen suya de estrellita marinera. La carita sonriente con que la imagino todavía me confunde. La vi así, por última vez antes de que viniera, a través de un sueño después de enterarme que a dos semanas de su nacimiento fui contagiada de varicela en la sala de espera del Seguro Social. Entonces la vi, mientras dormía, llena de brotecitos, todita granulada, flotando en el líquido amniótico como lo hace una estrella marina en el fondo del mar. Quizá lo único que quiero es que esa estrella tenga capacidad para regenerarse.

Nueve. Insisten con acostarme, que porque ya es hora y tengo nueve de dilatación. Pero ¿Cómo llegué a nueve si apenas hace quince minutos tenía siete?  Alistan la inyección que va directo a mi columna, el dolor de las contracciones es muy intenso pero tolerable. Los doctores discuten si me ponen poca anestesia que porque aguanto sin quejarme, o  si me ponen más.  De pronto se oye -"Ya viene, ya viene"- de la doctora y el pediatra aún no se asoma a la sala de expulsión.

Diez. "Puja" me dicen. Yo pujo una, dos, tres y un  "ya nació" se escucha de tu voz. En ese momento llega un pediatra y la recibe.  Es otro, no el mío, todo fue tan rápido que el que yo había invitado nunca llegó, no escuchó su beeper, dijo más tarde. Entonces la vi, le revisé la carita, los brazos y las piernas y vi que no, que no era una estrella sino una niña pequeña,  completa y sin varicela, me sumerjo en la más hermosa sensación.

Nació y con ella llegaron todos los miedos pero también las respuestas  como esa de si existe el amor incondicional.  Con su llegada, con su cuerpecito en mi pecho, supe que si, que si existe. Que no hay nada, que esa pequeñita y narizona niña pudiera llegar a hacer que me obligue a dejar de quererla. No importaría incluso que realmente hubiera nacido granulada, varicelienta, estrellita de mar.  El amor llegó y ésta vez llegó para siempre,  para decirme,  saberme,  sentirme,  eso que no me explico aún pero que me gusta a pesar de todo lo inexperta e imperfecta  que sigo siendo.  Llegó para sentirme, saberme, decirme,  mamá.



Una pequeña estrella asomando la cabeza a este mundo por primera vez.
Yo no lo sabía entonces pero pasaría de ser una estrella de mar a una pequeña hada.