jueves, 29 de septiembre de 2011

Lo que me supo mujer


Siempre soñé con ser madre, con tener hijos y cuidarlos y verlos crecer, quizá por eso hasta me parecía  un poco a la Susanita de Mafalda,  pero no,  sabía muy bien desde entonces que el desear tener hijos no me convertía en una mujer.
Y así llegaron, nacieron de mi vientre dos niñas hermosas que  trajeron a mi vida nuevas  y coloridas formas para amarrarme al mundo, para querer construirles uno nuevo y mucho más bonito. Pero no, ni aún con todo el amor que puedo tenerles, ni con la perseverante e imperfecta lucha que por ellas yo pudiera perseguir, no por eso creo que ser madre es lo que como mujer me pueda definir.
Y es que tampoco, ni con el pasar de los años me ha hecho mujer el llevar falda, el maquillaje que pueda usar todos los días, el encaje de mis prendas, los aretes de plata y fantasía, la limpieza de mi casa, ni inventar más secretos de cocina, mucho menos ir de compras aunque, lo confieso, me encanta tanto o más que a cualquier otra mujer. Pero eso no es lo que me sabe, no es lo me hace, no es lo que me dice que soy una mujer.
Yo me sé mujer mucho más atrás de las ardientes noches, del deseo en su mirada, del volar inquieto de sus manos y  del fuego que surge como ansiedad en él. Porque no, aun cuando me sienta plena ante sus ojos, la mujer perfecta, la mujer soñada y la mujer deseada como nunca otra, por más verdad que sea esta, no es eso lo que me hizo descubrirme una mujer.
Porque yo me descubrí mujer de un solo tajo,  como el juego que se gana con una sola carta, con el delirio de unos labios acariciándonos la voz. Yo me sentí mujer tempranamente, desde el naciente verso,  en la real inexperiencia de lo que los adultos entendemos por sexo y por placer, sin saber de la humedad producida en los encuentros, ni la danza de los cuerpos, porque mi cuerpo era tan solo una promesa de cuerpo de mujer.
Me supe mujer desde hace mucho, un poco llorando y un poco quiza riendo, al ritmo de un poema que me delató mujer:

Mujer... eso dicen que soy y sin embargo
tú y los demás como que lo ignoran.
Mujer que va dentro con el amparo
de saberse un día que en verdad la añoran.

Con piel de niña es que se ha envuelto
un deseo impaciente cansado de dormir
con loco intento por ser descubierto
y pintar con fuego su propio matiz.

Una boca tierna con una sonrisa
una boca fragil sin saber amar
y a pesar de esto mi cuerpo se eriza
al soñar mi boca, tus labios rozar.

Una mujer dicen, y aún le temen
que algún día su blancura pudiese manchar.
tan solo una mujer que aún no entiende
por qué sus sentimientos debe aprisionar

sábado, 17 de septiembre de 2011

Somos Tashingues**

"Arrancaron nuestros frutos, cortaron nuestras ramas quemaron nuestro tronco. Pero no pudieron matar nuestras raíces"
Chilam Balam 

León es uno de esos hombres que, aunque  lee mucho, no se conforma con saber del mundo y modificar su entorno por solo leerlo. Cuando lo conocí, estaba ahí, frente a mi y frente a varios profesores, para hablarnos del tema educativo de moda, de lo que todos esperábamos, de las competencias educativas que han sido nuestro dolor de cabeza desde hace unos cuantos años.

Pero León fue más allá de las competencias educativas, mucho más de lo que puede enseñarse del mundo que ha sido planeado desde un escritorio. Mientras León hablaba, mientras León cantaba, mientras se le llenaban los ojos mirando a su esposa y hablando de su tierra, de sus hijas, de su gente y su pequeña comunidad de aprendizaje, León, un maestro indígena Otomí de Tierra blanca,  nos fue mostrando un panorama nuevo, distinto a lo establecido en el mundo educativo en el que suelo manejarme y distinto al ya viejo discurso de romper paradigmas para el logro del  aprendizaje. Así, con palabras sencillas pero bien puestas, con datos sacados muy lejos de lo que pueden aportar las enciclopedias, fue hablando de competencias, de cómo sus antepasados combinaron los elementos, combinaron el cielo y la tierra, lo divino y lo humano, lo femenino y  lo masculino, armonizando el ser, el saber y el hacer como partes de un todo perfectamente  integrado: 


Con respeto en la mirada nos habló de la diosa azteca Cuatlicue y cómo en ella se representan las dimensiones de las competencias: La enorme cabeza divina representa el saber; mientras que el  collar de manos y corazones representan el ser y el hacer perfectamente armonizados. Con respeto, también  nos explicó sobre la cruz o el acto de persignarse con que se cierran muchas de las acciones y bendiciones que rodean al hombre indígena, no es una cruz cristiana, aunque el fervor a Jesucristo en los indígenas parezca indiscutible, se trata de una cruz precolombina que representa al cielo y  a la tierra, a lo divino y a lo humano y al perfecto intercambio entre ambas dimensiones. La cruz se traza en la tierra y así se propicia la cosecha. La cruz se traza en la masa y en el comal y así se transforma en alimento, la cruz se traza en los bordados y así, el tejido arropa las creencias y las diferencias que separan al género humano. León muestra que la cruz está en todos lados y más allá de las iglesias. León enseña que en su tierra cada quien, hasta el más humilde comparte algo y ese algo tiene un nombre que nos dice mucho, ese algo es una palomita a la que le han llamado "voluntad", todos, hasta el mas humilde lo único que necesitan compartir es voluntad, y así, el día que conocimos a León, nos llenó de voluntades como estas:

Fotografía tomada en la plática sobre "Comunidades de aprendizaje y Desarrollo de las Competencias" llevada a cabo en la Universidad Tecnológica de León en la ciudad de León, Guanajuato en Julio del 2011

León nos enseñó con la mirada mucho más de lo que hizo con el uso de las  palabras, León nos enseñó de cultura y de educación y partió de conocimientos provenientes de culturas lejanas, de los mares fríos más allá del océano y más allá de sus raíces pero retornando a ellas para enseñarnos que es precisamente ahí, en ellas, donde se viven día tras día un "sin fin" de secretos milenarios y un "sin fin" de hilos negros que venimos reinventando. La verdad de su discurso, el poder de su palabra.  Nos enseñó que somos parte de este mundo, aunque a veces lo creemos tan lejano y aunque tengamos la tentación de copiar el de otros lados, nos enseñó que para vivir y educar hace falta más que técnica, más que estrategia didáctica, más que leer y escribir, hace falta más el querer ser y reconocernos e identificarnos y volver y no dejar nunca de lado nuestras raíces.

Finalmente, León nos mostró una poesía Otomí que, en esta fechas patrias coincidentes para mexicanos y centroamericanos, me pareció propicia para compartirles:


" SOMOS TASHINGUES "
Los pueblos indígenas:
No somos la vergüenza de México,
no somos canastas,
no somos escobetillas,
no somos aventadores,
no somos petates,
no somos estropajos,
no somos espectáculo,
no somos fotografía,
no somos artesanías,
no somos folklore,
no somos lástima.
Somos obra del mismo Dador de la vida,
somos sujetos con las mismas oportunidades,
somos la dignidad, igual que todos,
somos Congregacion Indígena Otomi,
una de las 5062 que existen a lo largo y ancho de la República Mexicana.
Somos raíces ancestrales,
somos presente y futuro,
somos costumbres y tradiciones legendarias,
somos fraternidad,
somos mayordomía,
somos flor, copal y canto,
somos presencia de México,
somos cultura en todos los ámbitos,
somos una familia del mundo que vive y se niega a morir,
si, somos Tashingues,
si, somos tu hermano.

Tomado de la congregacion Indigena Otomi de San Idelfonso Cieneguilla, Municipio de Tierra Blanca, Guanajuato.

**El termino T'axingi es Otomi: T'axi = blanco; Hingi= negacion  ( no eres blanco )

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Vuelo

¿Cómo hacer para conciliar sentimientos? ¿Cómo hacer al descubrir un día que  alguien ama a alguien y que al otro día ese amor se vaya lejos? ¿Cómo saber que se ama y que en ese amar feliz también se pierde?¿Cómo hacer para olvidar los golpes y aprender de las caidas? ¿Cómo creer en alguien que se dice honesto y luego ver que es capaz de vender la supuesta honestidad por ganar un poco más de dinero? ¿Cómo decirle al alguien  a quien uno quiere "no tengo tiempo" y saber ante todo que el cariño sigue, que ya habrá otro momento? ¿Cómo crecer en un país en guerra y aún así creer en la alegría y las ganas de vivir y reir y hermanarse de sus habitantes?¿Cómo vivir, por el contrario, en un país "de paz" que practica diariamente el "que no tranza no avanza"? ¿Cómo mantener el lazo social más alla de la violencia cotidiana? ¿Cómo mantener la fe y no dejarse atrapar por la desesperanza? Cómo hacer, no lo sé, solo quiero creer que pude hacerlo y que otra vez podré lograrlo y podremos lograrlo todos. Hoy quiero dormir sin pensar, abrazada a mi  perseverancia.... volando, volando, siempre volando,  aunque pueda caer otra vez....

VUELO

Sólo quien ama vuela. Pero, ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Amar ... Pero, ¿quién ama? Volar ... Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otro como el granizo grave.

Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.

Triste instrumento alegre de vestir; apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de debatirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. EL cielo se eleva. El aire mueve.

                                               Miguel Hernández