domingo, 8 de marzo de 2015

¿Para qué sirven los hombres?

No se asusten, no pretendo hacer de este espacio una batalla contra los hombres pero sí una reflexión sobre las relaciones con ellos. Hace unos días, un profesor, se preguntaba en voz alta durante la clase, sobre para qué, a las mujeres de hoy, a estas mujeres empoderadas en pantalones, que tienen hijos o no los tienen, que tienen capacidad para utilizar la palabra y decidir el rumbo de las empresas en que trabajan y se las arreglan de cualquier manera para sacar su casa adelante. A estas mujeres que tienen las puertas abiertas de las universidades y de la corte y del estado ¿Para qué les sirven los hombres? ¿Cuál es el espacio que le queda a los hombres que no tienen un día propio para celebrar su ser hombre, que no pueden sentarse de manera preferente en los autobuses, que no pueden escoger los vagones delanteros del metro, que no cuentan con una figura jurídica equivalente a "feminicidio" pero que también sufren, sin que tenga nombre propio la violencia de género,  y que no son festejados en las escuelas el día del padre de la misma manera que la madre ¿ para qué sirven las muchas actividades que realizan tanto fuera como dentro del hogar? ¿qué pasa con ellos? ¿Cuál es el nuevo papel de esos hombres?  ¿se sienten marginados, quizá olvidados por esa nueva mujer o por la sociedad?
Confieso que me dio ternura y quise abrazarlo. No fue la ternura la única reacción, en algún punto del salón se oyeron burlas femeninas de "pobrecito, es una víctima de su mujer" todos bromeamos y platicamos del tema,  pero las nuevas mujeres y los nuevos hombres debemos darnos cuenta del peligro que encierra no encarar lo que pasa con el otro cuando uno de los dos realiza cambios ¿cómo ayudamos las mujeres de ahora, las que estamos en la universidad o en la empresa, o incluso en la casa con claridad del por qué estamos ahí?, ¿Cómo ayudamos a los hombres a tomar un lugar propio y legítimo en el cambio para una conciencia de género incluyente?.
No hablo por todas las mujeres por supuesto, ni por todos los hombres. No hablo desde mi ingenuidad como mujer de clase media. El mayor porcentaje de las mujeres del mundo no sabrían de qué tipo de mujer estoy hablando, mucho menos de reconocer un  "hombre víctima" de este nuevo tipo de mujer. El mundo sigue siendo tendencia machista y la mujer aún es percibida como un objeto, una costilla en función de un hombre que le brinde, y le permita desde su hombría, su identidad de mujer.
No. Hablo desde una minoría a la que puedo decir que pertenezco, que pertenecemos muchas mujeres que me rodean.  Hablo desde el síntoma social por no sabernos hombres y mujeres libres, en comunión con nuestro entorno y desde esta ahí considerarnos hombre o mujer. Las mujeres andamos conquistando nuestro propio mundo y está perfecto, pero a veces queremos las ventajas que nos daba el mundo anterior o simplemente los reproducimos en espejo, insisto, a manera de conquista, arrasando y quizá olvidándonos de las preguntas ¿qué pasa con el otro? ¿para qué tengo una pareja? ¿Cómo yo, mujer de los nuevos tiempos, excluyo o discrimino a mi pareja? ¿Cómo permito que lo discrimine o etiquete la sociedad? Es complicada la respuesta, imposible de proporcionarla en un solo momento o en un solo documento y por una sola mujer que sigue buscando el derecho a saberse mujer libre, no libre de otros que si lo soy, sino libre de sí misma y de sus miedos y  su propia necesidad de saberse mujer y buscar en lo personal lo que significa serlo.
Lo que rescato aquí  es la escucha de la pregunta, de saber el riesgo que corremos de solo voltear la tortilla y no haber aprendido nada. De alzarnos con nuestra bandera feminista y dejar fuera a los hombres, como ellos nos dejaron fuera durante tanto tiempo, en esta historia que tampoco ahora se acaba.

¿Para qué sirven los hombres de estas mujeres? Para nada, estoy segura. Las nuevas mujeres necesitan hombres no para que les sirvan, sino para que crezcan y se sientan hombres con ellas. Hombres y mujeres sabiéndose hombres y mujeres que no necesitan que haga algo el otro para ser. 

A una doctora en ciencias políticas,  su padre le dijo un día " tu no necesitas un hombre que te mantenga, tu necesitas a un hombre que se mantenga solo". De eso se trata, no queremos hombres que nos mantengan, que nos abran la puerta, que sientan que nos salvaron de no ser, que nos protegieron y nos dieron su nombre, que registraron con su apellido a nuestros hijos. Necesitamos hombres que, al igual que nosotras, conquisten sus propios mundos, sus propios miedos, sus propios fantasmas como este de ¿para qué sirven? Que no dependan del espacio que estas nuevas mujeres les queramos dar. Si bien, el espacio no se los debemos usurpar nosotras, ustedes, queridos y maravillosos hombres que nos acompañan, son ustedes los que deberán hacer legítimo su propio espacio. Bienvenidos a las preguntas auténticas de ¿para qué sirven y para qué les servimos? No me lo tomen a mal, pero no nos servimos o no debiéramos servirnos mutuamente para nada. Solo se trata de acompañarnos y vernos y creernos y desarrollarnos mutuamente..
La pregunta del profe me recordó otra que hizo otro hombre en un poema. La pregunta de Mario Benedetti de ¿Y si dios fuera mujer? Agradezco a Benedetti sus cumplidos, pero estoy segura ante las circunstancias que no. No estamos listos hombre y mujeres para definirle un género a Dios. No necesitamos que Dios sea mujer:


¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.
Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.
Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.
Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.
Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.
                
                                Mario Benedetti

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