lunes, 4 de julio de 2011

Poesía histérica o poesía del dolor. Parte I

Sigmund Freud fue, por así decirlo, el primero en atender el grito histérico de la mujer que calla.  Se dignó a escuchar a las mujeres que  anudan en el cuerpo  mediante el síntoma,  el reclamo de no saber cómo ser, no saber cómo sentir, ni cómo ser escuchadas.
Pero la histeria no es cosa de mujeres, no hay un solo género cuando se trata de fantasmas. La histeria que estudió Freud ha trascendido la erotización del cuerpo femenino para reclamar desde otros espacios al Otro de su fantasma.
Así como la histérica entra en crisis, quizá también hay escritores en crisis y en lugar del cuerpo erotizan la palabra, juegan con ella, lloran con ella y la hacen víctima de su propio miedo, de su sofocante angustia, de demostrarse continuamente que la única respuesta capaz de  recibir del Otro, es  la ausencia de palabras, la imposibilidad de mantener el deseo y rescatar una mirada. Así, sin querer, logran mantener la frustración anhelada. La histeria es de alguna forma, repetirse en el miedo, identificarse en el dolor, identificarse con la falta:

A propósito de silencios

Siempre me ha asustado tu silencio
Cómodamente instalado en mi costumbre
Tu silencio no se arriesga
No adopta los errores
No reclama sacrificios
No me llama, no me exige pruebas
Me deja ir, venir, caer
levantarme, desaparecer
En tu silencio caben todas mis preguntas
¿Y si nunca vuelvo?
¿Y si mis manos no eran necesarias?
¿Y si no eran mis ojos?
¿Y si el ruido no reclama mi silencio?
¿Y si el festejo es ajeno a mi existencia?
¿Y si no entendí?
¿Y si me esperaba?
¿Y si me dejó libre para que volviera?
¿Y si no lo hice?
¿Y si era llamada de auxilio ahogándose en la espera?
Solo queda tu silencio
el calzado justo de este miedo
el espanto para mi sueño
o para posponer la retirada.
Tu silencio es libre,
No se sujeta a ningún riesgo
Es un pájaro negro en mi ventana
sordo, mudo, inmune a mi pregunta:
¿Y si era yo?

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Me estoy cayendo en pedacitos
Si alcanzo, podré barrerme de a poquitos.
Echaré agua para que no se note, para limpiarme toda
Para parecer linda, la que la mente atesora.
Lo malo, es que no me encuentro una parte
se me perdió quien sabe dónde, el tiempo la fue cortando
se la llevó el viento y quedó esparcida
En más de 3 mil kilómetros a la redonda.

Me estoy cayendo en pedacitos
pero no se aflija, no se me nota.

2 comentarios:

oliverio dijo...

majestuoso pensar

Alada, fuerte y azul dijo...

Gracias, bienvenido