Tomar café fue cosa de ella, lo aprendí muy bien en su regazo. Yo tenía apenas los 5 años cumplidos. Compartíamos las tardes con una taza de café que a veces solo era Café "Listo" que ella hacía para mí como agua de calcetín. Lo tomábamos frente a los árboles de higo, limón y granada que teníamos en el patio. Mientras lo tomábamos, escuchaba las historias y chismes que contaba con mis tías Angélica y Estela, mientras saboreábamos un pedazo de marquesote, semita o pan de maíz comprados en el parque de Atiquizaya.
El gusto por el café aún lo conservo, quizá solo lo tomo un poco más fuerte, pero el café que me pongan enfrente, sea fino, sea expresso, capuccino o el tradicional "de calcetín" me lo tomo gustosa y agradezco haber disfrutado y compartido juntas, uno de los mejores placeres que conservo hasta la fecha.
El sueño de viajar también lo aprendimos de ella, somos 4 las afortunadas que provenimos y nos criamos con ella, sino era México, era Panamá o quizá Guatemala, a la capital, San Salvador o a Esquipulas, pero le encantaba andar del "Tingo al Tango" y sé, estoy segura, que si su cuerpo se lo hubiera permitido, hubiera viajado un poco más. Decía que viajar hace a la gente un poco más culta y le permite platicar de todo un poco y no creer que donde uno vive es lo único de este mundo. Yo creo que tenía mucho de cierto en eso, aunque lo más importante del viaje, siempre será viajar.
Leer, mi afición por conocer biografías y poemas también viene de ella. En las tardes Ahuachapanecas conocí a. Alfredo Espino, el poeta que según decía era su primo, conocí a Claudia Lars y su "Tierra de infancia", las anécdotas de la niña de Armenia; a Salarrué y a Rubén Darío con su "Margarita está linda la mar" y el libro de cuentos fantásticos que lleva por título, el mismo nombre de mi hija, Azul.
Tengo también su carácter, aunque formas de pensar muy distintas, tengo un niño Dios que ella me regaló y se ha salvado de varios terremotos y el anillo de boda de sus padres con la fecha y nombres de ellos grabados en 1907. Ese anillo es el mismo de mi boda casi 100 años después.
Tengo bellos recuerdos de los días en que tomábamos la 202 para llegar a Ahuachapán, las ventas en los buses, la gente con canastos hasta en la parrilla, los cantantes entreteniéndonos un rato, las visitas al mercado, a la iglesia, al llano del Espino, al cementerio, a la cripta familiar.
También tengo, no tan buenos recuerdos, como el susto que nos llevamos cuando mi hermana se aventó del bus porque se dió cuenta que ella ya se había bajado, el dolor de ver partir a sus hermanos que eran 5 y se fueron mucho antes que ella. Las discusiones continuas en mi edad adolescente, en el encuentro de dos caracteres indomables y parecidos. Con todo y todo, con el tiempo solo pueden sostenerse los recuerdos alegres, los momentos compartidos, la experiencia de vidas que se cruzan para marcarse y encontrar sentidos para seguir.
Ella era mi abuela y hoy cumpliría años. Creí que llegaba a los 100 pero se quedó a solo 4 de poder cumplirlos. Yo imáginé que los celebraríamos porque se veía fuerte como un roble, pero como los robles, nunca perdió su fuerza, solo dejó de estar aquí para llegar a donde creía ella, donde soñaba ella, donde están sus amores que ya no están en esta tierra. Hoy cumpliría 96 y antes de irse logró reunirnos a todos los que nos quedamos y así, dejarnos la mejor herencia, el amor y el orgullo de pertencer a su real familia Salazar.
Feliz cumpleaños Mina, gracias y hasta pronto.
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