Murió el mismo año en que yo nacía pero la conocí hace poco, por obra de la casualidad, de esa casualidad que me encanta cuando se me aparece y que no tiene nada que ver con el destino, solo con la magia de ser casualidad. Fue en una feria del libro cuando me acerqué a un stand y abrí su libro “Poesía no eres tú” y me encontré con ella, así sin más, con el alma escrita en versos sostenidos en ese momento por mis manos, con un poema que me mostró una parte de ella y también mía, muy interna, tal cual como lo haría un espejo si lo tuviera enfrente. Desde entonces fue fácil seguirla y hacer míos sus poemas. Rosario tiene en su escritura una abundante capacidad para mostrar su interior de una forma inteligente, elegante, de forma extremadamente femenina, no por eso menos sincera pero si dolorosa, irónica y bella. Para Rosario no fue fácil, enfrentó un mundo culturalmente diseñado por los hombres, estudió en una época en que lo más sencillo era buscarse un marido y criar al producto de su destino, a la razón de su saber ser mujer. Pero Rosario era con todo y muy bien plantada, una mujer, una “feminista” como se declaraba ella, en una época donde “feminismo” era conciencia del ser mujer y no la denigración del ser femenino para competir e intentar ser más que el hombre. Rosario se descubrió mujer y como tal, amó con locura pero se descubrió vulnerable.
Nunca he creído en la reencarnación, pero lo cierto es que entre más conozco de ella más quisiera creer y saberla reencarnada en mi de alguna forma. No es así por supuesto, pero me identifico con Rosario y es que no es para menos, ambas nacimos en la misma ciudad pero vivimos muy lejos de esa urbe, crecimos al sur, en lugares verdes y perfumados, en tierras abundantes y ricas de elementos naturales y gente humilde, tierras parecidas y Mayas, aunque sean tierras de países diferentes. Ambas salimos a estudiar y nos trazamos un camino más allá de lo que estaba escrito. Ambas nos supimos mujeres y rescatamos, cada quien a su manera y sus recursos, la dignidad de serlo.
Aquí les dejo un primer poema de Rosario. Seguramente compartiré otros más adelante:
Nocturno
Amigo, conversemos.
desde hace ¿cuántos años?, desde el día
en que a un tiempo rompimos la tiniebla
y con vagido entramos en el reino del aire;
desde que los mayores nos pusieron
la sal sobre la lengua
y nos soplaron al oído un nombre
(no de amor, de destino),
un nombre que repites todavía
y que repito yo y repetiremos
hasta el fin, hasta el fin, sin entenderlo
hemos estado juntos.
Espalda con espalda. El uno viendo
nacer el sol y el otro
posando su mejilla en el regazo
materno de la noche.
Atados mano contra mano y vueltos
– forcejeando por irnos –
uno hacia el sur, hacia el fragante verde
y el otro a la hosquedad de los desiertos;
desgarrados; sangrando yo con la herida tuya
y tú quizá doliéndote
de no tener ni siquiera una pequeña brizna
e dolor que no sea también mía,
hemos sido gemelos y enemigos.
Nos partimos el mundo. Para ti
ese fragmento oscuro del espejo
en que sólo se ve la cara de la muerte;
los hierros, las espinas del sacrificio, el vaso
ritual y el cascabel violento de la danza.